ABC El Covid-19 reanima el pulso investigador de los centros universitarios


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En tiempo récord la universidad española se puso en marcha contra el Covid-19: cientos de laboratorios y más de 1.800 expertos a disposición de la sociedad. Los centros universitarios sacaron de sus almacenes 75.000 mascarillas, casi dos millones de guantes, 6.000 equipos de protección individual... que entregaron a las autoridades sanitarias. Durante estos meses no han parado en la búsqueda de una vacuna, ni en la fabricación de material, y de sus departamentos han salido aplicaciones, modelos de predicción, investigaciones sociales... La respuesta ha sido unánime e inmediata, y lo ha hecho a pesar de ser paciente crónico de otra grave enfermedad para la que no sirven ni UCI ni respiradores: el recorte de fondos para la investigación. «Esta crisis nos ha dejado clara la importancia de tener un sistema de investigación fuerte y solvente que no nos haga depender de otros y que nos permita anticiparnos. Las universidades realizan el 70% de la producción científica española, y eso a pesar de la reducción en gasto de I+D. Pero lo está haciendo al límite del agotamiento, con una acusada reducción de financiación que ha redundado en recortes de personal y en un envejecimiento de la plantilla investigadora», señala Salustiano Mato, vicepresidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), para quien «este gran problema puede ser una oportunidad porque está demostrando la importancia de contar con personal y recursos en investigación. La universidad ha demostrado que está al servicio de la sociedad, que ha de darse cuenta de que la mayoría de las cosas salen de los centros investigadores, incluso las que protegen su vida. Tenemos que aprender la lección», señala. Fondo Supera Covid-19 Mato sabe muy bien del destacado papel que está teniendo la universidad para hacer frente a la pandemia. Forma parte del comité de expertos que gestiona la convocatoria de Fondo Supera Covid-19, una iniciativa liderada por el Banco Santander, el CSIC y las universidades españolas que destinará 8,5 millones de euros a financiar programas, proyectos colaborativos y medidas de apoyo al ámbito universitario para minimizar el impacto de la crisis provocada por el coronavirus en los ámbitos sanitario, educativo y social. «La primera línea de financiación es para proyectos de investigación que ayuden a comprender este virus, bien de los que ya están en desarrollo o nuevos, todos con efecto diana, es decir, a corto plazo y de aplicación inmediata. Entre ellos, caracterización clínico-molecular de la enfermedad, desarrollo de terapias, inteligencia artificial y análisis de datos para el control epidemiológico o el desarrollo de protocolos de atención a pacientes», explica el vicepresidente de la CRUE; «una segunda, basada en proyectos de impacto y rentabilidad social como el desarrollo de productos y equipamiento sanitario y otros que abordan cómo paliar los problemas económicos y sociales, y una tercera para el fortalecimiento de la capacidad TIC del sistema universitario español». España produce el 3,2% de la producción científica mundial A pesar de que ya era algo claro, esta crisis sanitaria ha resaltado la gran capacidad investigadora y de innovación de la universidad española, acostumbrada a una cooperación que se ha hecho más viral que nunca. La lista de proyectos y acciones es tan extensa como difícil de resumir. En la búsqueda de fármacos, en el instituto BIFI de la Universidad de Zaragoza buscan moléculas que inhiban la actividad de dos proteínas virales esenciales para el virus. En todos los centros el personal con experiencia en técnicas virológicas y diagnósticas basadas en PCR no ha dejado de trabajar, como el laboratorio de diagnóstico del coronavirus creado en Madrid en la Universidad Complutense, donde, además de científicos, más de 6.000 voluntarios han colaborado para poder realizar más de cuatrocientos test al día. También en la zona cero de la epidemia, la Consejería de Ciencia, Universidades e innovación ha liderado el hackaton virtual Madrid#VenceAlVirus, que ha involucrado al talento universitario, investigador e innovador de la región para hacer frente a la enfermedad. Equipos de protección, mascarillas, geles, respiradores... han salido de los laboratorios de los campus. El impacto psicológico y social ha sido otra de las líneas de investigación: los integrantes del proyecto CoVidAffect, de la Universidad de Granada, han desarrollado una aplicación móvil para registrar el estado de ánimo de los españoles durante el confinamiento; la Universidad de la Laguna analiza el modo de vivir la cuarentena según el lugar de residencia; y la iniciativa «Escucha mi voz», de la Universidad de Málaga, ayuda a paliar la soledad de las personas mayores confinadas. «Esta situación ha recalcado la importancia de la investigación y la innovación para el desarrollo y el bienestar sociales, el avance en la medicina y el impacto económico. Dependerá de cada gobierno y de cada institución el poner en valor todo eso y destinar más fondos para la investigación. Las universidades deben ser el motor impulsor de la investigación y para ello han de dotar de medios y tiempo a su personal docente investigador», precisa Beatriz González, directora de la Unidad de Investigación de la Universidad Europea. Amparo Navarro, hasta hace poco presidenta de la Red de Unidad de Gestión de la Investigación de las Universidades Españolas (UGI), catedrática de Derecho Financiero de la Universidad de Alicante y especialista en incentivos fiscales a la I+D+i, insiste en que la Ciencia debe ser un gran pilar para la reactivación económica tras la pandemia. «La investigación realizada en las universidades, tanto a través de sus grupos de investigación como de las sipin-off alojadas en sus parques científicos, incrementan la recaudación fiscal de los estados. Los resultados de la investigación generan derechos de contenido económico susceptibles de tributación y, asimismo, procuran ingresos patrimoniales al sector público. Necesitamos una Ciencia más estable en el modelo de financiación como en una menor burocratización. Quizás es hora de revisar la Ley Orgánica de Universidades y la Ley de la Ciencia con los nuevos ojos que nos ha procurado esta crisis», sentencia.

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