¿Puedes drogarte y tomar alcohol antes y después de la vacuna?


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Fiebre, cansancio, dolor de cabeza, dolor muscular, escalofríos, diarrea, dolor en la zona de la inyección. Los efectos secundarios de las vacunas contra la COVID-19 que lista la OMS y que los millennials latinoamericanos estamos experimentando en carne propia o en carne ajena, si es que todavía no nos dieron nuestro turno, nos hacen pensar en la inyección como un evento que requiere ciertas precauciones.

Sin dudas, el día de vacunación implica una ruptura con la cotidianeidad. Llevamos un año y medio esperando este momento, probablemente hemos procesado más información sobre las vacunas que sobre casi cualquier otra cosa, nos ilusionamos con recuperar algunas rutinas de nuestra antigua vida, pensamos en nuestras personas queridas que no llegaron a recibirla. Un torbellino de emociones sucediendo en un cuerpo que tiene que procesar un fármaco nuevo en un contexto hostil y novedoso.

La pandemia, que al principio se nos presentaba como un evento disruptivo respecto al orden social y la rutina, pronto encontró su monotonía. Para muchos, el día a día solo se movió de lugar y el trabajo y la casa se volvieron la misma cosa en un loop infinito de días de la marmota. Muchos otros nunca dejaron de salir para trabajar y otros tantos ya retomaron sus actividades prepandemia. Seguramente, esta experiencia ha dejado huellas imborrables en nuestra subjetividad, ¿pero hasta dónde llegaron esos cambios a nuestros hábitos?

En ese sentido, el momento en que nos vacunan podría presentar algunos alivios momentáneos, exigiéndonos descanso en caso de experimentar algún síntoma, algo que frena la repetición constante que muchos sentimos. Pero, ¿esto incluye nuestros consumos? ¿Qué otras cosas de nuestro día a día puede modificar la vacuna?

En diciembre de 2020, las declaraciones sobre la vacuna Sputnik V de Anna Popova, jefa del organismo de control de seguridad sanitaria ruso, alarmaron al mundo. Y no fue porque se demostró algún efecto adverso inesperado de la que en ese entonces era la única vacuna que se vislumbraba accesible para Latinoamérica y muchos otros países. ¿Por qué, entonces? Porque recomendaba no tomar alcohol dos semanas antes de recibir la primera dosis ni durante los 42 días posteriores a la primera , que comprendían el lapso estipulado de 21 días entre dosis y 21 días más luego de la última.

Si bien ya en ese momento Alexander Gintsburg, director del instituto que desarrolló la Sputnik, sostuvo que “una copita de champaña nunca lastimó a nadie” y que lo que se debía evitar es el abuso, las dudas sobre el consumo de alcohol y otros estupefacientes en los días previos y posteriores a la vacunación persisten. Veamos entonces con qué evidencia contamos ahora.

¿Puedo tomar alcohol antes de vacunarme? ¿Y después?

Respuesta corta: sí, pero tranqui. Desde antes de tener vacunas contra la COVID, se sabe que el consumo excesivo de alcohol, en especial si se da durante periodos prolongados de tiempo, puede suprimir el sistema inmune. Esto quiere decir que las células que típicamente atacan a los virus y bacterias para que no se reproduzcan en el organismo no se generan o no cumplen su función.

Las vacunas estimulan este sistema generando algo así como una mímica de la infección sin capacidad de enfermar. Esta “infección simulada” hace que el cuerpo genere defensas, por lo que si entramos en contacto con el virus real ya tenemos cómo combatirlo. Si posteriormente a la vacuna afectamos el mecanismo, no vamos a poder generar la respuesta necesaria para neutralizar el virus.

Respecto al consumo moderado y excesivo de alcohol, primero lo primero: las definiciones. En general, se considera que no más de dos tragos al día para hombres y hasta uno para mujeres constituyen consumo moderado, mientras que cuatro o más para varones y tres o más para mujeres son consumo excesivo. Supongo que esto no tiene nada que ver con el género, sino con algunos parámetros como el peso y el porcentaje de grasa corporal y que los científicos eligieron expresarlo en términos de sexo porque los hombres tienen valores promedio diferentes de los de las mujeres. En esta escala, un trago equivale a 148 mililitros de vino, 44 de bebidas destiladas o 355 de cerveza.

En el caso de las vacunas de la COVID, no hay estudios específicos sobre los efectos del alcohol. En los ensayos clínicos no se midió de forma puntual, entonces se asume que las personas que participaron no fueron abstemias. Lo mismo con los monitoreos de los distintos países sobre vacunación y prevención de la enfermedad. Como se ve que las vacunas están siendo efectivas y se sabe que el consumo moderado de alcohol es un hábito bastante difundido entre la población, se supone que no afecta la respuesta inmune.

Resumiendo: no hacen falta estudios específicos para saber que el consumo excesivo de alcohol puede afectar la generación de una respuesta inmune en el caso de las vacunas contra la COVID, porque ya existe la evidencia suficiente para afirmar que esto causa problemas en el sistema inmune de manera general. En cuanto al consumo moderado, ya se han administrado millones de dosis y nada nos hace pensar que esto interfiera con el funcionamiento de las vacunas.

Por último, un poco de sentido común nunca viene mal. Beber en exceso genera malestar corporal, lo que puede amplificar los efectos secundarios de la vacuna y hacernos sentir peor.

¿Y qué pasa con otras drogas?

El mundo de las sustancias psicoactivas es sumamente amplio y habría que analizar las interacciones de las vacunas con cada una de ellas, pero, te imaginarás que si no hay investigaciones específicas sobre alcohol y vacunas, menos aún las hay sobre otros estupefacientes. De nuevo, lo mejor que tenemos a mano son estudios previos y nuestra capacidad para razonar, porque aunque esta enfermedad sea nueva, las vacunas, el sistema inmune y los vicios no lo son.

En el caso de la marihuana, los expertos señalan que el problema no viene tanto de la sustancia como de fumarla. Fumar tiene “efectos específicos en los vasos sanguíneos y el sistema vascular”, dice Anne Liu, médica infectóloga de Stanford Health. “En el caso de la COVID, se observa que las personas con problemas cardiovasculares y de los vasos sanguíneos tienen mayores riesgos de complicaciones”. Sin embargo, la marihuana puede consumirse de otras formas, como en aceite. Respecto a esto, Liu señala: “A pesar de que no hay investigaciones específicas sobre uso de marihuana y vacunas de la COVID, es muy poco probable que esta afecte al sistema inmune. Sin embargo, es posible que haga que algunos síntomas posteriores, como el dolor de cabeza, se sientan más intensamente”.

Si tenemos en cuenta otras drogas, sabemos que el abuso de opioides, como la heroína, la morfina y la oxicodona, así como otras drogas como la heroína o el crack, si se fuman afectan el sistema respiratorio; que estimulantes como la cocaína y las anfetaminas tienen efectos sobre el corazón y que estos efectos agravan los cuadros de COVID y generan susceptibilidad a efectos a largo plazo luego de padecer la enfermedad.

Por esto, varias agencias gubernamentales del campo sanitario incluyen el consumo problemático de sustancias como una condición de riesgo respecto a la COVID y recomiendan que quienes lo padecen se vacunen. La página del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos dice: “No hay pruebas de que las vacunas contra la COVID-19 sean menos seguras o eficaces para las personas que consumen sustancias, las que tienen consumos problemáticos o las que reciben medicamentos para tratar la adicción. Y para estas personas, los beneficios van mucho más allá de reducir el riesgo de contraer o experimentar los peores efectos de la COVID-19. Es importante destacar que la vacunación permite volver a reunirse con otras personas de forma segura. El aislamiento es un factor de riesgo de recaída en el consumo de drogas, y los grupos de recuperación han tenido que suspender las reuniones en persona este último año. Para algunos, las reuniones virtuales han sido un salvavidas; para otros, no son un sustituto adecuado de las interacciones cara a cara y puede que ni siquiera sean posibles. Así pues, para las personas con adicción y quizá con otros trastornos mentales como la depresión o la ansiedad que se han visto exacerbados por el estrés del aislamiento, la vacunación supondrá una vuelta a la normalidad, incluido un mayor acceso a los apoyos sociales”.

En conclusión, no hay pruebas de que el consumo moderado de alcohol o cannabis pueda afectar la efectividad de las vacunas contra la COVID, así que venga ese brindis para celebrarla. El consumo excesivo de cualquier sustancia que pueda afectar el sistema inmune, en cambio, está contraindicado luego de la vacunación. Y en caso de tener problemas de adicción, esto constituye un riesgo mayor a la hora de cursar una infección por COVID, por lo que es muy importante vacunarse.

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No menciones a los latinos como “nosotros” que me pongo autisya