Vivimos un situación social y económica complicada que saca lo mejor de todos nosotros. Los bancos se están volcando en sus clientes, empresas y familias, acompañándolos con el doble objetivo de minimizar el impacto de la crisis sanitaria y ofrecerles el mejor servicio que es su razón de ser. Pero son los empleados de banca los que, con su compromiso y dedicación, lo están haciendo posible. Y lamentablemente no suelen recibir el reconocimiento social que merecen. Durante lo peor del confinamiento más de 18.000 empleados de los bancos han acudido a las oficinas haciendo posible que los clientes puedan disponer diariamente de los servicios para garantizar sus necesidades financieras. Han ayudado a proteger a la población más vulnerable al contagio, nuestros mayores, facilitándoles el cobro de la pensión. También han sido clave para anticipar los pagos por prestaciones de desempleo. De forma conjunta con el resto de los empleados que están teletrabajando, han canalizado la financiación necesaria a las empresas afectadas por la parálisis económica y han materializado los aplazamientos de los pagos de los préstamos. Los empleados son el principal activo de los bancos. Pero también son esenciales para que todo funcione. Y lo están demostrando.
