COTIZALIA Los arquitectos ya dan vueltas al edificio de oficinas perfecto para el mundo poscovid


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Después de los atentados del 11-S, me preocupaba el futuro del Empire State Building. ¿Quién iba a querer trabajar en lo que de repente se convirtió en el edificio más alto de la ciudad y, por lo tanto, en un posible objetivo terrorista? ¿Cómo iba a sobrevivir el gran rascacielos de estilo 'Art Deco', que no era solamente un símbolo de Nueva York, sino también de las aspiraciones de los arquitectos de todo el mundo?
Ahora estoy de nuevo preocupado por el Empire State Building. Esta vez, la pregunta es si alguien querrá trabajar en un edificio con vestíbulos estrechos y ascensores compactos, donde el distanciamiento social será, si no imposible, poco práctico, incluso si los inquilinos aceptasen ajustes tan probables como tener horarios escalonados de entrada y de salida.

Al mismo tiempo, el Empire State Building ofrece algo que podría considerarse ventajoso en la era del covid-19: filas de oficinas cerradas, que eran vistas como anticuadas desde la llegada de las estaciones de trabajo separadas, a lo sumo, por divisiones a la altura del pecho. El Empire State Building también tiene ventanas que se pueden abrir, un punto atractivo en una época en la que puede ser importante de dónde viene el aire que respiras.


El Empire State Building. (Reuters)
El Empire State Building. (Reuters)

Los nuevos edificios de oficinas casi nunca tienen ventanas que se abren. Y, en el interior, tienden a carecer de cerramientos. A veces considerada como una moda, la llamada oficina abierta es, en realidad, la culminación de un siglo de pensamiento modernista. En 1929, Ludwig Mies van der Rohe dio a conocer el Pabellón de Barcelona, un pequeño edificio en el que unas salas desembocaban en otras, sin demarcaciones claras. Más tarde, Mies van der Rohe fue pionero en el concepto de los "espacios universales", interiores abiertos que pueden subdividirse según sea necesario, con particiones en lugar de paredes permanentes. De ahí surgieron los espacios de trabajo compartidos de hoy en día y sus modernos elementos: cocinas comunitarias con frigoríficos de autoservicio, cuencos de gominolas como perfectos esparcidores de virus, o cabinas telefónicas que ahora deben limpiarse entre usos.

Los arquitectos con base en Nueva York Marion Weiss y Michael Manfredi, fundadores de Weiss/Manfredi, han diseñado oficinas diáfanas, entre ellas las de su propia empresa. Recientemente visitaron este espacio tipo 'loft' en Manhattan, en parte para comenzar con los preparativos para el día en que algunos de sus 40 empleados regresarán a la oficina. "Estamos aquí con un rollo de cinta de pintor azul, marcando intervalos de 6 pies (1,83 m)", informa Weiss por teléfono móvil. Ahora bien, adaptar los edificios a la realidad posterior al covid-19 requerirá más que cinta, por lo que Weiss y Manfredi han estado reflexionando mucho sobre las formas que pueden tomar los edificios del futuro.


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En su opinión, varios de sus proyectos anteriores al covid-19 les ofrecen pistas. Su Tata Innovation Center en Roosevelt Island, que es parte del campus de Cornell Tech, tiene solo seis pisos de altura, pero cuenta con un vestíbulo más grande que el del Empire State Building, un atrio acristalado con terrazas escalonadas donde poder sentarse. Lo llaman la "plaza del pueblo" del edificio. "Mucho de lo que hacemos es crear los lugares donde las personas socializan", dice Weiss. Esos espacios, que en el caso del edificio Cornell Tech también incluyen escaleras más anchas de lo normal y una gran terraza en la planta superior, proporcionan unas zonas de respiro real. "Todos estos espacios guardan relación con la salud de los usuarios del edificio", dice Manfredi.

Disponer de espacio para que los compañeros de trabajo interactúen sin tener que rozarse puede ser justo lo que nos pide el epidemiólogo. "Esos espacios eran deliberadamente ineficientes, pero ahora podrían ser las zonas más valiosas del edificio", dice Weiss. "Esto va a trastocar la percepción del valor del espacio". La insistencia de los propietarios en un alto coeficiente neto/bruto puede ser cosa del pasado, ya que la amplitud de los espacios de tránsito se convierte ahora en un nuevo parámetro importante.

Kai-Uwe Bergmann, socio de Bjarke Ingels Group (BIG), dice que los arquitectos se centrarán en la circulación no solo de las personas sino también del aire, con filtración tanto mecánica como natural. Pero esto puede tener un coste. "Debemos tener cuidado de que la solución no sea a expensas del medio ambiente", dice Chris Hellstern, arquitecto de Miller Hull Partnership en Seattle y especialista en emisiones de carbono de los edificios. "Por ejemplo, los nuevos requisitos de aire del exterior y las necesidades de filtración deberían cumplirse sin grandes aumentos en el consumo de energía".

Las personas que poseen altos edificios comerciales tal vez tengan que pensar en adaptarlos radicalmente

¿Se convertirán algunos grandes edificios de oficinas en elefantes blancos? No necesariamente. "Los empleadores pueden tener un menor número de personas en las instalaciones al mismo tiempo, pero puede que necesiten más espacio por persona", dice Weiss. Las estaciones de trabajo, diseñadas para empleados que entran y salen por turnos, deberán ser más grandes de 3 pies (0,9 m) de longitud de mesa, que es lo que actualmente es asignado por algunas empresas.

Aun así, será difícil adaptar algunos edificios de oficinas muy grandes a la era de los distanciamientos de cerca de 2 metros y la desinfección continua. Claire Weisz, fundadora de la firma de arquitectura WXY, ha estado considerando pequeñas mejoras, como estaciones de lavado de manos en los vestíbulos. Pero los problemas son demasiado grandes como para resolverlos con protectores de estornudos separando las estaciones de trabajo y con grifos 'contactless'. "Las personas que poseen altos edificios comerciales tal vez tengan que pensar en adaptarlos radicalmente", dice Weisz. "Habrá presión del mercado. Las empresas no querrán volver a incorporarse a edificios donde los vestíbulos de los ascensores no sean lo suficientemente grandes como para acoger a los empleados de manera segura".


Hasta Warren Buffett duda de que las oficinas tengan futuro

The Wall Street Journal
El legendario inversor, a sus 89 años, cree que "cuando el mundo cambia, tenemos que adaptarnos", en referencia a la vuelta a las oficinas tras la pandemia del coronavirus


Weisz ha estado pensando en cambios más ambiciosos, incluido el uso de escaleras mecánicas al aire libre, como las conocidas en el Centro Pompidou de París, en lugar de ascensores sin aire y escaleras estrechas. Desde su apartamento en el distrito financiero de Manhattan, Weisz observa el número 28 de Liberty Street, un edificio de oficinas de la década de 1960 que un día fue la sede del Chase Manhattan Bank. Diseñado por Skidmore, Owings y Merrill, personifica la eficiencia moderna. Pero ahora, Weisz prevé reemplazar su fachada herméticamente sellada por otra con ventanas operables, posiblemente retrocedidas lo suficiente como para dotar a cada oficina de una terraza privada.

"El espacio al aire libre", dice, "ya no será algo exclusivo para ejecutivos con suites en el ático". Y si deja de haber suficiente demanda de espacio para oficinas en el centro, algunas zonas del edificio podrían transformarse para uso residencial, tal vez con unidades de esquina que reciban ventilación cruzada.

Cualquiera que sea la solución, dice Weisz, los arquitectos se ven obligados a pensar en algo más que en el resultado final del cliente. Hay un nuevo enfoque, dice, hacia lo que es bueno para la comunidad en general.

"Cada crisis trae oportunidades", dice Weiss, quien también enseña arquitectura en la Universidad de Pensilvania. "Soy profundamente optimista en cuanto a las oportunidades de innovación que crea la pandemia".

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