COTIZALIA Los paralelismos entre la URSS y China: por qué Wuhan rima con Chernóbil


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Mientras las autoridades chinas desplegaban su respuesta ante los primeros brotes de coronavirus en Wuhan, una cita de la serie de HBO 'Chernobyl' se hizo viral en WeChat, la 'app' de mensajería más popular en el país: "¿Cuál es el coste de las mentiras? No es que las confundamos con la verdad. El verdadero peligro es que si escuchamos demasiadas mentiras, no seremos capaces de reconocer la verdad".
La analogía entre el accidente nuclear de 1986 y la pandemia 2020 —regímenes comunistas tratando de tapar la verdad de un desastre y así empeorándolo— puede parecer simple. También ilusoria: el Partido Comunista chino, al revés que el soviético, salió de la crisis de 1989 con más poder. Edward Luttwak no está muy de acuerdo con la analogía, pero se la toma muy en serio: "El virus de Wuhan ha hecho imposible para Xi Jinping continuar con su programa para mantenerse en el poder 10 años más. Imposible", explica.

A sus 77 años, Luttwak sabe bastante sobre los cambios de regímenes. Estratega militar e historiador, es más conocido por ser el autor del libro de 1968 'Coup d'Etat: A Practical Handbook'. De dicha obra se rumorea que encontraron una copia en el cuerpo del general marroquí Mohammad Oufkir, después de fracasar en su intento de derrocar al rey Hassan en 1972.


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Durante medio siglo, Luttwak ha escrito un buen número de libros sobre relaciones internacionales y estrategia militar. También ha construido una lucrativa carrera como asesor de ejecutivos, líderes políticos y hasta del Dalai Lama. En su camino, el autor rumano ha hecho amigos poderosos en todo el mundo, desde liberales demócratas hasta funcionarios de gobiernos comunistas. El historiador británico Eric Hobsbawm escribió una vez que "al igual que el mismísimo Maquiavelo, disfruta la verdad no solo porque sea cierta, sino también porque sorprende a los mas inocentes".

Luttwak cree que "los regímenes caen por fallos estilísticos" que ocurren "cuando los miembros más atentos de la élite gobernante se dan cuenta de que la ideología oficial del régimen y su estilo de gobierno han quedado obsoletos, irrelevantes o incluso ridículos".

El de los soviéticos es un buen ejemplo. "Visitaba la Unión Soviética casi cada año durante mucho tiempo. No se hundió por razones materiales. Y Chernóbil lo mismo. Incluso al final, el régimen soviético era capaz de convencer a la gente para que se sacrificara por el bien del sistema", explica. Señala como punto de inflexión el momento en que el Politburó nombró a Konstantin Chernenko su secretario general.


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"No podía casi ni hablar. Casi ni andar. Pero las exigencias del sistema soviético dictaban que cuando se nombra un nuevo secretario general, sus colegas tienen que decir en una grabación que están muy contentos", dice Luttwak. Chernenko "nunca hizo nada, su nombre no se asocia con nada, pero todos fingieron que estaban contentos", explica.

El pueblo soviético, incluidas las élites del partido, estaba disgustado por el espectáculo. Se preguntaba, según Luttwak, "¿qué es este absurdo?"

Cuando Chernenko murió un año después, el Politburó miró en una dirección contraria y eligió a Mijaíl Gorbachov, de 54 años, en lo que Luttwak califica como "un intento desesperado de sobrevivir a un fallo estilístico". Para 1991, la URSS se había disuelto. Gorbachov pensaba que podría salvarla, pero el fallo estilístico ya había roto el sistema.


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A día de hoy, Luttwak ve pruebas de un fallo estilístico similar en China. El predecesor de Xi, Hu Jintao, llevó el poder lejos de Pekín e impulsó "el desarrollo pacífico". Xi, que llegó al poder en 2012, se ha convertido en el gobernante más poderoso de China desde Mao. "Antes de este gran desastre había redefinido su rol de primero entre iguales, hasta ser el más poderoso y por tanto el último responsable. Son dos desastres", dice Luttwak.

El primero de ellos fue "hacer que el mundo se diera cuenta de que debía proteger sus activos tecnológicos". La iniciativa 'Made in China 2025' despertó dudas en EEUU mientras se producía una transferencia de poder económico y tecnológico hacia China, que ofrecía a sus empresas agresivos incentivos estatales. Pekín desveló el nombre del programa el año pasado en medio de críticas, y de momento ha servido para alinear a muchos países afines a EEUU. Otras naciones se sorprendieron por el nuevo descaro chino. Ese rechazo internacional fue "un desastre que no sentía el hombre de a pie, pero sí los miembros de la élite gobernante".

Luego Wuhan se hizo conocida en todo el mundo. Los doctores descubrieron allí el nuevo coronavirus en diciembre. Xi Jinping no habló públicamente del primer brote hasta el 20 de diciembre, cuando China reconoció los contagios entre humanos, pero ha estado al frente de la respuesta desde, al menos, el 7 de enero. Mientras el virus se expandía, 40.000 familias asistieron al evento del Año Nuevo Lunar el 18 de enero, mientras millones de personas entraban y salían de Wuhan sin control.


Un grupo de personas mira unas pantallas con un discurso del presidente Xi Jinping. (Reuters)
Un grupo de personas mira unas pantallas con un discurso del presidente Xi Jinping. (Reuters)

El liderazgo de Xi Jinping, y también el del Partido Comunista por extensión, ha enfadado al pueblo chino y a sus elites. Italia cometió errores similares, pero "nadie en Italia ha ordenado a sus embajadas en todo el mundo que difundan el genio del primer ministro Conte. Es un fallo estilístico", dice Luttwak.

Luttwak es seguidor del 'Caixin Global', un periódico de investigación que Pekín tolera. "Leo la edición en inglés. Pero siempre lo comparo con la versión en chino para comprobar que las fotografías son las mismas", dice. Se ha dado cuenta de que últimamente "aparecían muchos artículos con titulares como 'China necesita más de una opinión...' 'La historia del Li Wenliang, el oftalmólogo que fue castigado por avisar del virus que luego lo mató...', y que eran mucho más numerosos. Ese es el coste de eliminar la verdad".

Junto a las comparaciones con Chernóbil, los ciudadanos chinos han empezar a usar la palabra 'ridículo' para describir el régimen. "No malo, no inepto... Ridículo. De repente, son ridículos", dice Luttwak. Las élites se han sumado a esa ola. "No veo a un emperador mostrando sus nuevos ropajes, sino a un payaso que se las ha quitado y que insiste en que él es el emperador", escribió el multimillonario Ren Zhiquiang, miembro del Partido Comunista y magnate inmobiliario, sobre unas palabras triunfantes pronunciadas por Xi Jinping en febrero. "Sin una prensa que represente los intereses de la gente publicando hechos ciertos, la vida de la gente está devastada por el virus y por la enfermedad del sistema", decía Ren, que ya ha sido arrestado.


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Luttwak no va tan lejos como para predecir la caída del comunismo chino, pero sí cree que las élites van a plantearse "que Xi Jinping es demasiado. Tenemos que encontrar nuestro Gorbachov, alguien más razonable que se siente a la mesa y que escuche otras opiniones. A partir de ahí, quién sabe qué camino pueden tomar. No soy un profeta", admite Luttwak, que sí explica que "será un Gorbachov o algo todavía más grande. Algo que hará que la gente vea el virus de Wuhan como un antes y un después".

Luttwak se abrió un perfil en Twitter en marzo tras evitar las redes sociales durante años. La plataforma de mensajes cortos le viene bien por su tipo de humor. Su primer tuit fue: "Los antisemitas son idiotas, así que dejadme intentarlo. Obviamente, la familia Rothschild creó la pandemia para hundir las acciones y asi poder comprarse el mundo. Solo quiero saber cuándo abrirán los bares. Buenas noticias: el banco de Israel me acaba de llamar y dice que todo habrá acabado el 15 de junio".

Su biografía de Twitter le describe como "historiador y ranchero" viviendo en San Joaquín, Bolivia, pese a que atiende a 'The Wall Street Journal' desde su casa en Maryland. Tener un rancho es para él más que una inversión. Le ha ayudado a comprender las debilidades fundamentales de la Rusia postsoviética. "Entre Vladivostok y la frontera con Corea del Norte está la mayor pradera del mundo. Quería ir allí para traer ganado Angus", dice. Se reunió con el gobernador de Vladivostok en 2017.


Vladimir Putin y Xi Jinping, en una cumbre. (EFE)
Vladimir Putin y Xi Jinping, en una cumbre. (EFE)

"Me dijo que debía ir a hablar con un experto en agricultura. Ese experto dejó claro que la única manera que yo tenía de llevar a cabo una inversión así era dar un 70% a sus amigos. Yo fui al colegio en Palermo, Sicilia, y creo que Rusia debería tomar unas clases de los sicilianos sobre cómo extorsionar correctamente", afirma. Esa corrupción eliminó de su cabeza cualquier idea de invertir en el país. "Y eso que yo soy una persona con acceso al gobernador. Esa situación le pasa también al que intenta abrir cualquier cosa", cuenta.

Luttwak resalta que Rusia todavía es capaz de producir trabajadores con buena educación, pero que "el problema a nivel general es que es un régimen mafioso" y que eso "deja el país con una dependencia del petróleo altísima". Vladimir Putin se mantiene en el poder porque puede controlar a las élites corruptas y "tiene un mensaje perfectamente coherente para su gente".

Dice que Putin sabe que "nunca podrá vivir tan bien como los países occidentales. No tendrá grandes coches, pero tiene un imperio. Controla el país más grande del mundo. Gobierna a muchas nacionalidades en paz. Bueno, están los chechenos, pero nadie consigue controlar a los chechenos". Putin ha convencido al pueblo de que sus predecesores "han dilapidado parte de la herencia del pueblo. De que han permitido que se desplomara. Y les dice 'yo no lo haré".


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Ese estilo de gobierno es susceptible a los fracasos. "Sabemos que otros dos años con el petróleo a 20 dólares pueden significar que Rusia solo podrá pagar a su gente con unos rublos inflados. Las élites son muy dependientes de las importaciones, consumen muchos bienes extranjeros. Tienen apartamentos en Londres y los tienen que pagar en libras. El petróleo a 20 dólares puede ser el fin de todo eso", afirma.

La salida del poder de Putin puede ser anticlimática, en contraste con la caída de la Unión Soviética. Luttwak piensa que la serie 'Chernobyl' puede ser "la mejor película en la historia de la humanidad, junto con 'Los siete samuráis', por las enseñanzas universales que contiene". En cuanto a Wuhan, la historia y sus enseñanzas todavía se están escribiendo.

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