TEKNAUTAS Los trastornos del sueño elevan el riesgo de sufrir un nuevo ictus cerebral


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Los supervivientes de ictus o ataques cerebrales que sufren trastornos del sueño tienen más probabilidades de volver sufrir otro ictus o un evento cardiovascular grave, según señalan en una investigación científicos de la Academia Europea de Neurología.
El estudio descubrió que tener múltiples alteraciones del sueño, como respiración alterada, sueño extremadamente largo o corto, insomnio y síndrome de piernas inquietas, aumentaba el riesgo de un nuevo evento cardio-cerebrovascular, como un derrame cerebral, un ataque isquémico transitorio, un infarto de miocardio o un ictus en los dos años siguientes a un ictus cerebral.


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Con ello, los investigadores ponen el foco en la importancia de evaluar e intentar mejorar los patrones de sueño de los pacientes que hayan sufrido ictus cerebrales con el fin de mejorar su recuperación a largo plazo y evitar nuevas recaídas. "Sabemos que las personas que han sufrido un derrame cerebral suelen sufrir trastornos del sueño, y que éstos se asocian con peores resultados de recuperación del derrame cerebral", explican a Neuroscience News Martijn Dekkers y Simone Duss, de la Universidad de Berna (Suiza). "Lo que queríamos aprender de este estudio era si los trastornos del sueño en particular están asociados con peores resultados después de un derrame cerebral".

Más posibilidades de repetición

En el estudio participaron 438 personas, con una edad media de 65 años, que habían sido hospitalizadas después de un ictus isquémico agudo (un tipo de accidente cerebrovascular causado por la obstrucción de un vaso sanguíneo del cerebro) o un ataque isquémico transitorio (un "mini-accidente cerebrovascular" causado por una breve obstrucción del suministro de sangre al cerebro con síntomas clínicos transitorios de hasta 24 horas).

Los trastornos del sueño deberían evaluarse y considerarse en los enfoques de tratamiento integral en los pacientes con ictus cerebral

La presencia y la gravedad de las alteraciones del sueño y la vigilia, como el insomnio, el síndrome de piernas inquietas y la duración del sueño, así como los síntomas diurnos como la somnolencia, se evaluaron periódicamente durante dos años en cada uno de los individuos y se registraron las apariciones de nuevos eventos cardio-cerebrovasculares durante los dos años de seguimiento. "Utilizando la información relacionada con el sueño que recogimos durante los primeros tres meses después del derrame cerebral, calculamos un 'índice de carga de sueño' para cada individuo, que reflejaba la presencia y la gravedad de los trastornos del sueño", señala el Dekkers. "Luego evaluamos si el índice de carga de sueño podía usarse para predecir quiénes tendrían otro evento cardio-cerebrovascular durante los dos años que los monitorizamos después de su accidente cerebrovascular".

Los resultados sugieren que los supervivientes de una apoplejía con al menos un evento cardio/cerebrovascular posterior tienen una puntuación más alta en el índice de carga de sueño que los pacientes sin un evento posterior. Además, un alto índice de carga de sueño se asoció con un mayor riesgo de eventos cerebro-cardiovasculares posteriores. Aunque se necesitan ensayos de intervención que investiguen el beneficio de tratar los trastornos del sueño y la vigilia después de un accidente cerebrovascular, Duss concluye que los trastornos del sueño deberían evaluarse y considerarse de forma más sistemática en los enfoques de tratamiento integral en los pacientes con accidentes cerebrovasculares.

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