La pandemia del coronavirus ha puesto de manifiesto la dependencia que tiene todo el mundo de China, especialmente peligrosa en materia sanitaria y de protección individual. En una auténtica guerra entre países, e incluso entre sus propias regiones, la «fábrica global» se ha convertido en un despiadado bazar al mejor postor en el que muchas veces han dado gato por liebre a los desesperados clientes. Pero, al margen de los consabidos episodios de artículos defectuosos que volvían a poner en entredicho la calidad del sello «Made in China», no solo de mascarillas y trajes especiales de protección vive la industria sanitaria de este país. Además de ser uno de los mayores fabricantes mundiales de medicamentos, China ha desarrollado su sector científico y tecnológico con empresas punteras. Especializada en pruebas y análisis médicos, una de ellas es XABT (Tecnologías Biológicas Aplicadas de Pekín), que comercializa más de 300 tipos de productos para detectar enfermedades infecciosas. Con diez años de experiencia y su laboratorio en el Centro Nacional de Investigación de Medicamentos, a las afueras de Pekín, desarrolló su primer kit de pruebas del coronavirus tres semanas después de recibir su secuencia genética. Problema logístico Desde entonces, los ha vendido a 300 hospitales de 20 países gracias a una producción de 100.000 pruebas individuales al día, que se agrupan en cajas de 48. Como cada prueba personal tiene un coste de nueve dólares (ocho euros), dichas cajas salen a 432 dólares (385 euros) y dan para analizar a 48 sospechosos de tener la enfermedad Covid-19. «El problema de estas pruebas no es de capacidad productiva, sino de almacenamiento y transporte, ya que deben conservarse entre 15 grados bajo cero y 25 grados bajo cero y es difícil llevarlas a África o América Latina», explica uno de sus investigadores, el doctor Fu, en una visita de la Prensa a su laboratorio organizada por el Gobierno. «Como los tests son muy sensibles a la temperatura, a veces hay problemas en los laboratorios porque no se siguen fielmente las normas de uso», detalla antes de avanzar que «otras empresas chinas están trabajando en pruebas rápidas que podrían usarse de forma personal, pero serán difíciles de conseguir porque exigen la profesionalidad de los hospitales». Junto a las demandadas pruebas del coronavirus, la pandemia ha disparado los
pedidos de aparatos médicos. Debido a la avalancha de enfermos en los hospitales, uno de los más solicitados es el escáner pulmonar móvil de la firma Tecnología Médica Wandong. «Como es pequeño, ligero y fácilmente manejable, ofrece la ventaja de poder llevarlo hasta la cama de los pacientes en las urgencias para tomarles imágenes del pecho y comprobar si tienen neumonía, que es uno de los síntomas del coronavirus. Así, no hace falta trasladar a los enfermos hasta las salas de radiología, ganando tiempo y reduciendo el riesgo de que propaguen la enfermedad por el hospital», desgrana la vicepresidenta de la compañía, Yao Wen. La firma de tecnología médica Wandong ha triunfado con este escáner pulmonar móvil, muy usado en los hospitales para detectar la neumonía que provoca el coronavirus - PABLO M. DÍEZ A un precio de 100.000 dólares (89.000 euros), durante los últimos meses se han vendido unos 500, de los que 380 han sido en China. De ellos, 70 han ido a hospitales de Wuhan, pero la empresa también tiene
pedidos de España, Italia, Europa del Este y países de África y Asia. Buena prueba del éxito de Wandong, que tiene 700 trabajadores y es uno de los mayores proveedores mundiales de aparatos de radiología, es que antes vendía 20 de estos escáneres al mes y ahora fabrica diez cada día. Además de para detectar los síntomas de la enfermedad, que luego deberá ser confirmada por las pruebas del ácido nucleico, las imágenes digitales sirven para estudiar su evolución y aprender más de ella a través de la
inteligencia artificial. Infervision, una firma tecnológica que analizaba el cáncer de pulmón, reprogramó sus sistemas para dedicarse al coronavirus en cuanto estalló la epidemia. «Aunque los empleados estaban en sus casas de vacaciones por el Año Nuevo Lunar, adaptaron los programas informáticos y algunos incluso fueron a los hospitales de Wuhan para instalarlos», cuenta su presidente y fundador, Kuan Chen. En colaboración con 80 hospitales de diez países, están analizando 380.000 casos de Covid-19 para medir la evolución de la enfermedad y ayudar a los médicos en sus diagnósticos y tratamientos. Pero Kuan Chen reconoce que «es difícil hacer predicciones sobre la enfermedad porque sus síntomas son irregulares». El efecto de la pandemia no solo se ha sentido en el campo médico o tecnológico, sino también en la industria pesada. La empresa japonesa de maquinaria SMC, que cuenta con 6.000 empleados y domina el 36% del mercado global de cilindros, válvulas y piezas neumáticas, se ha visto obligada a modificar su producción. En lugar de servir estos componentes a sus clientes habituales en el sector de la automoción, se centró de lleno en la fabricación de piezas para los ventiladores de respiración asistida y máquinas de mascarillas. «Los ingresos de estos componentes han pasado de diez millones de yuanes (1,2 millones de euros) el año pasado a 150 millones de yuanes (18,8 millones de euros) en estos meses», cuenta Ma Qinghai, director de una de las cuatro plantas que la compañía tiene en Pekín. La empresa japonesa SMC, fabricante de válvulas, cilindros y accesorios neumáticos, ha reorientado la producción hacia la industria sanitaria por la pandemia del coronavirus - PABLO M. DÍEZ Con una producción de 12.000 referencias y 700.000 variaciones, la empresa afrontó el estallido del coronavirus con la experiencia que ya tenía de la epidemia del SARS entre 2002 y 2003. Al ser la mayor planta manufacturera de SMC, la producción no se detuvo ni un instante y se implantaron unos protocolos de seguridad muy estrictos para los empleados, que tenían que informar de su temperatura en un grupo de la red social WeChat dos veces al día. Gracias a estas medidas, la fábrica siguió abierta y pudo adaptarse a las necesidades de sus nuevos clientes, primero por la emergencia en China y luego en el resto del mundo. «Solo sentimos el impacto en febrero cuando se paralizó todo el país, pero las ventas han aumentado después hasta un máximo en abril», recapitula Ma Qinghai, quien es optimista en la recuperación porque «la economía china es muy resistente». Ahora hay que ver si está a prueba del coronavirus. Las pastillas de la farmacéutica de medicina tradicional china Juxiechang se han usado en tratamientos de enfermos de coronavirus con síntomas leves, pero hay un debate abierto sobre su efectividad - PABLO M. DÍEZ La polémica de la medicina tradicional frente al coronavirus Como uno de sus patrimonios culturales, China aprovecha la pandemia del coronavirus para difundir la medicina tradicional por todo el mundo. Incluida en los tratamientos médicos que se han administrado a los pacientes de Covid-19 en China, las autoridades han añadido partidas de pastillas de medicina tradicional a sus donaciones a otros países. Pero su uso ha desatado la polémica porque muchos médicos dudan de su efectividad contra el coronavirus. Aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) la recomienda en sus documentos en chino como tratamiento adicional para los pacientes con síntomas leves en la primera fase de la enfermedad, no la incluye en sus instrucciones para el resto del mundo. Una doble vara de medir que le ha traído más críticas a la OMS por su postura «demasiado cercana» al régimen de Pekín, que ha hecho de la medicina tradicional una cuestión de Estado. A tono con su discurso nacionalista para reforzar al Partido Comunista, el presidente Xi Jinping ha definido esta medicina como un «tesoro» de la cultura china. Buena prueba de esta promoción es que una de sus compañías farmacéuticas, Juxiechang, estaba incluida en una visita de periodistas a fábricas de Pekín organizada por el Gobierno para mostrar la recuperación tras el coronavirus. «Compuestos a base de hierbas, nuestros sobres granulados Jinhua Qinggan forman parte de los tratamientos para pacientes leves de Covid-19 en las primeras etapas de la enfermedad, ya que les ayudan a bajar la fiebre rápidamente al detener la infección y aliviarles los pulmones», explica su presidente, Bai Jianjiang. En ensayos clínicos llevados a cabo con 120 enfermos en Wuhan y otros 80 en Pekín, el tratamiento era de entre cinco y siete días y, según Bai, «les ayudaba a recuperar el equilibrio del cuerpo, potenciando la inmunidad y limpiando las toxinas». Esta farmacéutica fundada en 1998 ya suministró sus remedios contra la gripe aviar en 2009 y, en vista de su éxito, va a invertir 400 millones de yuanes (50 millones de euros) en una nueva fábrica en Pekín. Cuento chino o no, la medicina tradicional es un buen negocio en tiempos del Covid.
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